jueves, 3 de octubre de 2013

Reivindicando la promoción de La Paz: Por los verdaderos abanderados de esta causa - Seuxis Hernández


Muchos aún se mantienen escépticos con relación al desenlace final del proceso de paz que tiene lugar en la Habana Cuba. Esos muchos (hablo de los interesados en La Paz) se preguntan con desespero ¿cómo se pondrán de acuerdo? Si al final de cuentas los intereses, aún cuando debieran ser comunes, no lo son: La guerrilla exige tierras para los campesinos, el gobierno para las trasnacionales; este último también pide que se juzgue a los integrantes del grupo guerrillero, pero desconoce las razones de la génesis del conflicto, y olvida que con sus crímenes de Estado es un victimario mas. Se quiere por un lado que se entreguen las armas,  a costa de un anunciado exterminio, sin garantías materiales para el ejercicio de la oposición. En fin, todo pareciera turbio en el destino de la mesa de diálogos, lo cual pone en vilo y casi en venta el sentimiento de esperanza de los colombianos.

A diario aparecen engañosos paladines de La Paz, personajillos que pretenden catapultar su plan electorero  mostrándose como los herederos genuinos de circunstancias propiciadas (a conciencia) exclusivamente por la persistencia de los procesos populares. Hoy resulta común ver a  ex presidentes y a supuestos  abanderados de la izquierda-centro democrática (la de los principios flexibles) como los máximos defensores de la democracia, cuando en realidad han sido los  principales promotores del   paramilitarismo y la represión.
La Paz, siempre lo reitero, es el bien universal de la humanidad, el bien supremo; es lo que más se acerca a Dios y al caos del infierno. A razón de esto el tránsito por el camino hacia la obtención de la misma es muy delgado, lo cual exige una dosis casi insaciable de rectitud, honestidad y algo de locura en medio de la convulsión arrabal de esta corrupción; sobre todo en Colombia, el país de los colores, en el cual es tan fácil para los políticos con sus aptitudes camaleónicas, declinar ante la tentación del poder, que de verde puede pasar a  rojo, o a blanco "progreso" . 
Este compromiso es serio, inclusive  hasta ofrendar la vida nos lleva, porque  muy al estilo de Ernesto Guevara, hay que afrontar que "en una revolución genuina se muere o se triunfa", y en la búsqueda de La Paz estamos en pro de esto causalmente, de re-evolucionar, es decir, salir de este estado de barbarie en el cual el materialismo absorbe lo mejor de la esencia para crear monstruos avaros sedientos de poder y sangre.
Por fortuna, lo delgado del camino ayuda a Identificar a los luchadores genuinos, a los equilibrados, a esos que la historia absolverá cuando atravesemos este valle de ignominias.  A los campesinos, a las minorías étnicas, a nuestros muertos, a los luchadores populares, a los que verdaderamente se encuentran entrañados con la tierra, con la patria. Que no nos engañen los representantes del absolutismo y la intolerancia hegemónica, demagógicos por naturaleza. La Paz es un elemento más amplio y absoluto que la simpleza de un jingle, una pancarta, o un eslogan. Es el resultado de un proceso indoblegable que ha costado la vida de personas libres, luchadores sucios de tierra y sudor que han defendido con su sangre y convicciones las aspiraciones del pueblo, para limpiar el alma del suelo de nuestros ancestros, la suya, y la de esta patria herida. 
Esto nos lleva a pensar de nuevo en la esperanza, y en su alarmante posibilidad de venta, ya asechada  por la horda de esbirros, como una presa más al lado del poder sobre el establecimiento. No temamos, La Paz hace mucho se encuentra con nosotros: En la fuerza de esos  seres diáfanos, quienes con su  pensamiento e ideas se le esfumaron a la muerte para eternizarse en el templo sagrado de las justicia y en el cataclismo de las masas, dueñas ancestrales de las banderas de La Paz.

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